De campesino a campesino: crónica de una gira pedagógica

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El intercambio directo de experiencias, una práctica exitosa en la Corporación PBA.

¿Si a usted le propusieran quedarse ocho días más se quedaría? "Claro que sí me quedaría, ¿por qué no?, si en el corazón me siento bien agradecido y bien contento".

Las manos de José María Taramuel cuentan la historia de la tierra que ha trabajo durante más de cincuenta años, mismo tiempo en el nunca se alejó de la vereda La Laguna, en el Resguardo Cumbal, hasta el pasado 7 de mayo cuando inició una gira por organizaciones de pequeños productores rurales en Cundinamarca y Boyacá.

“No quería venir porque no sé leer ni escribir y de pronto por ahí pasar penas y dificultades, que me fuera a perder, pensar en eso me ponía nervioso”, dice el agricultor.Como productor de papa vinculado a la organización Shakiñán, en el departamento de Nariño,  José María, oriundo del pueblo indígena pasto, tenía la oportunidad de sumarse a la gira; aún así, no se sentía motivado a emprender tan largo viaje alejado de los suyos “No quería venir porque no sé leer ni escribir y de pronto por ahí pasar penas y dificultades, que me fuera a perder, pensar en eso me ponía nervioso”, dice el agricultor. Tras la insistencia de su familia, José María se unió tímido al grupo de productores que se disponían a viajar para encontrarse inmerso entre las montañas del Altiplano Cundiboyacense.

En el municipio de Sibaté, Cundinamarca, primera estación de la gira, a José María lo recibió el cariño y la atención de sus compañeros, anfitriones de la estación, productores de la zona andina quienes cuidadosamente diseñaron su día detalle a detalle, sin riesgo a perderse, entre visitas por las organizaciones de los pequeños agricultores en la región.

Durante los cuatro días que duró la gira, cerca a las siete de la noche, después de una jornada donde la experiencia y el lenguaje técnico entre productores de ambas zonas, Nariño y Andina, era el diálogo recurrente de la actividad, se dispuso un espacio de socialización que terminaba entre música, bailes, comida, tejo y, por qué no, un par de cervezas. Al finalizar, a José María lo acogió cada noche la casa de un productor  rural en cada estación, donde alcanzaban altas horas de la madrugada discutiendo que fase de luna era la más indicada para sembrar, que tipo de abono beneficiaba los cultivos de papa, por qué son importantes las chagras para las familias; el pasto tímido que se unió a la gira, sin saber leer o escribir, pasó a tomar la palabra en cada conversación que le daba la oportunidad.

Varias noches a más de 800 kilómetros de su casa, nuestro querido productor durmió tranquilo al calor de la hospitalidad andina esperando las cinco de la mañana para ser sorprendido por un chocolate, una arepa boyacense o un caldo de costilla e iniciar otra jornada de aprendizaje e intercambio de experiencias.